Santuario de Arantzazu

Santuario de Arantzazu

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Las manos de grandes artistas como Basterretxea, Chillida y Oteiza elevaron más aún la grandiosidad de este Santuario rodeado de un valioso recurso natural llamado Aizkorri.

La leyenda cuenta que al pastor Rodrigo de Balzategi se le apareció la Virgen sobre un espino blanco y éste, asombrado, le preguntó: "Arantzan zu?" (¿Tú en un espino?). Entonces, esta le explicó la necesidad de construir una ermita bajo el nombre de Arantzazu y le auguró que, con el tiempo, aquel sería un lugar famoso. Desde entonces y durante siglos, aquel lugar que se construyó fue lugar de peregrinación para los Franciscanos, además de un referente del arte y la cultura.

El Santuario de Arantzazu, tal y como lo conocemos hoy en día, es el resultado de nada menos que tres reconstrucciones tras los tres incendios que ha sufrido a lo largo de su existencia, el último en 1834.

Esta impresionante construcción, colgada sobre barrancos y edificado sobre roquedales en una zona agreste y natural de Oñati, ha vivido en constante evolución hasta que en 1951 se dejaron de lado la reformas y proyectos de ampliación para dar lugar a la construcción de una nueva basílica. Debía ser una obra solemne, pero debía expresarse en un lenguaje modernos, dando especial importancia al componente artístico.

De aquel proyecto ganador presentado por Francisco Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga salieron las intervenciones de algunos de los artistas guipuzcoanos más universales. Así, Jorge Oteiza, a pesar de lo impedimentos que sufrió en el proceso, fue el creador de los apóstoles del friso de la entrada del Santuario; Eduardo Chillida también aplico su estilo de vanguardia para realizar las puertas de entrada; Javier Álvarez de Eulate realizó las luminosas vidrieras; y Nestor Basterretxea desarrollo sus artes pictóricas en la cripta. Qué cantidad y qué valor artístico esconde este Santuario, resguardado en el Valle del Deba, testigo de la evolución del arte de vanguardia a lo largo de siglos.

Y, cerca de este Valle, a escasos kilómetros, se abren antes los pasos del viajero un sinfín de senderos de montañas, entre los que destaca el que lleva al Parque Natural Aizkorri-Aratz. Aquí nos encontramos una de las cumbres más altas de Euskadi, el monte Aizkorri (1.528 m), desde donde divisar todas las demás montañas de la zona. El paso a lo largo de los años de los ríos Oria, Urola y Deba, dejan su recuerdo en el paso de San Adrián, un túnel horadado en la roca en el que se refugia una ermita.

Y muy cerca, la experiencia de contacto con la historia y la naturaleza en la zona de Oñati se completa con la visita a las cuevas de Arrikrutz. En mitad del valle, encontramos esta catedral barroca subterránea construida por la naturaleza y formada por más de una docena de kilómetros de galerías interconectadas. La magia del interior de Gipuzkoa alcanza todo su esplendor en la visita a la Arantzazu y su entorno. Una experiencia completa e inolvidable.